ACTIVIDAD 33: Ciencia ficción
ACTIVIDAD N° 33
Más
ciencia ficción
1)
Disfrutá
del siguiente cuento:
LA ABUELA ELECTRÓNICA, de Silvia Schujer
Mi abuela funciona a pilas. O con electricidad,
depende. Depende de la energía que necesite para lo que haya que hacer. Si la
tarea es cuidarme cuando mis padres salen de noche, la dejan enchufada. La
sientan sobre la mecedora que está al lado de mi cama y le empalman un cable
que llega hasta el teléfono por cualquier emergencia. Si en cambio va a
prepararme una torta o hacerme la leche cuando vuelvo del colegio, le colocamos
las pilas para que se mueva con toda libertad. Mi abuela es igual a las otras.
En serio. Sólo que está hecha con alta tecnología. Sin ir más lejos, tiene
doble casetera y eso es bárbaro porque se le pueden pedir dos cosas al mismo
tiempo. Y ella responde. Mi abuela es mía. Me la trajeron a casa apenas salió a
la venta. Mis padres la pagaron con tarjeta de crédito a la mañana, y a la
tarde ya estaba con nosotros. Es que mi familia es muy moderna. Modernísima. A
tal punto mi mamá y mi papá están preocupados por andar a la moda que no
guardan ni el más mínimo recuerdo. De un día para otro tiran lo que pasó a la
basura. A lo mejor es por eso, ahora que lo pienso, que tengo tan mala memoria
y no puedo acordarme entera ni siquiera la tabla del dos. Desde que la abuela
está en casa, sin embargo, las cosas en la escuela no me van tan mal.
Para empezar, ella tiene un dispositivo
automático que todas las tardes se pone en marcha a la hora de hacer los
deberes. Es así: se le prende una luz y se acciona una palanca. Abandona
automáticamente lo que está haciendo y sus radares apuntan hacia donde estoy.
Entonces me levanta por la cintura y me sienta junto a ella frente al
escritorio. Ahí empezamos a resolver las cuentas y los problemas de regla de
tres. O a calcar un mapa con tinta china negra. Aunque nadie se lo pida, mi
abuela lleva un registro exacto de mis útiles escolares. Por otro lado, le
aprieto un botón de la espalda y el agujero de su nariz se convierte en
sacapuntas. Le muevo un poco la oreja y las yemas de los dedos se vuelven gomas
de tinta y lápiz. Tener una abuela como la mía me encanta. Sobre todo, cuando
está enchufada, porque así puede gastar toda la energía que se le dé la gana y
no cuesta demasiado mantenerla, como dice mi papá, que además de moderno es un
tacaño y sufre como un perro cada vez que a mi abuela hay que cambiarle las
pilas.
Casi todas las noches yo la enchufo un rato
antes de irme a dormir. Así me cuenta un cuento. O lo hace aparecer en su
pantalla para que yo lea mientras ella me acaricia la cabeza. Sabe millones.
Basta colocarle el disquete correspondiente (porque también viene con
disquetera) y en cuestión de segundos empieza con alguna historia. Como es
completamente automática, se apaga sola cuando me duermo. Cuando mi abuela me
cuenta un cuento o me canta algunas canciones, yo me olvido de que es
electrónica. Más que nunca parece una persona común y silvestre. Y es que
además tiene una tecla de memoria que le permite escucharme. Yo puedo contarle
cosas y, oprimiendo esa tecla, ella archiva toda la información: al final sabe
de mí más que ninguno. Me gusta tener a mi abuela. Aunque salir a pasear con
ella me traiga algunos inconvenientes: los que no son tan modernos como mi
familia nos miran mucho en la calle. Y se ríen. O quieren tocarla para ver de
qué material es. Ven algo raro en sus movimientos... o en su cara, no sé. Creo
que las luces que tiene en los ojos no son cosa fácil de disimular.
A mí me encanta tener esta abuela. Hace unos
días, sin embargo, mi mamá dijo que quería cambiarla por un modelo más nuevo.
Dice que salieron unas más chicas, menos aparatosas, con más funciones y a
control remoto. La idea no me gusta para nada. Porque, aunque es cierto que
estoy bastante acostumbrado a los cambios, con esta abuela me siento muy bien.
Las habrá mejor equipadas, ya sé. Pero yo quiero a la abuela que tengo. Y es
que, aparte, cada vez me convenzo más de que ella también está acostumbrada a
mí. A decir verdad, desde que en casa están pensando en cambiar a la abuela, yo
estoy tramando un plan para retenerla. Sí. De a poquito la estoy entrenando
para que pueda vivir por sus propios medios. Para que no deje que la compren y
la vendan como si fuera una cosa, un mueble usado. Los otros días le desconecté
la luz de los ojos y ahora le estoy enseñando a ver. Vamos bien. También le
estoy enseñando a ser cariñosa sin el disquete. Ésa es la parte que me resulta
más fácil; a lo mejor porque me quiere, aunque ella todavía no lo sepa. Pienso
seguir trabajando. Mi objetivo es que aprenda a llorar. A llorar como loca. Y
lo más pronto posible, así el día que se la quieran llevar como parte de pago
para traer una nueva, el escándalo lo armamos juntos.
1)
Respondé:
a-
¿Qué
ventajas tiene la abuela del cuento?
b-
¿Cómo
funciona?
c-
¿Por
qué quieren cambiarla?
d-
¿Qué
planea el protagonista para conservarla?
2)
Imaginá
que pudieras tener un pariente electrónico. ¿Quién sería? ¿Cuáles serían sus
características? Describilo en 10 renglones, como mínimo. Luego, podés hacer un
dibujo del mismo.
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